Uno de los lugares más peligrosos del planeta, al menos desde el punto de vista geológico, se encuentra en el fondo del Pacífico.
Se llama 9º Norte, una zona que se asienta a caballo de las montañas de la dorsal del Pacífico Oriental, en el límite de la Placa Pacífica –la más grande del planeta- y la Placa de Cocos, una de las más pequeñas. No es peligroso porque allí abunden los tiburones, sino porque erupciones y terremotos, invisibles bajo las olas, son el pan nuestro de cada día.
A medida que esas dos placas se separan de 11 a 12 cm cada año, lava fundida surge del interior para rellenar el agujero. 9º Norte tiembla, golpeada por 2-3 terremotos al día.
Pero a veces su latido se acelera.
En 1991 9º Norte se vio sometida a una terrible erupción volcánica.
En el espacio de dos horas, aproximadamente el equivalente a
400.000 camiones repletos de lava se expandieron por el suelo marino.
Una década más tarde, en 2003, las primeras decenas de terremotos, que luego se convirtieron en centenas de ellos, rompieron el suelo marino diariamente, presagiando el terremoto que estaba por venir.
El 22 de enero de 2006 la hecatombe: del orden de 250 terremotos a la hora (4 por minuto) destrozaron el fondo del océano.
La lava surgió de las profundidades y se extendió a lo largo de casi 2 km. Estábamos ante la creación de un nuevo suelo marino.