Desde siempre el ser humano ha pecado de cierta soberbia, de manera que se ha considerado el más importante, el ombligo del mundo que decían los clásicos. Tanto es así que en el siglo XVI la mayoría de intelectuales pensaban que la Tierra era el centro del universo – a diferencia de Copérnico o Galileo, que creían que se trataba del Sol -.
Más tarde otros científicos nos sacaron de este monumental error y hoy en día somos más humildes en este sentido.
Sabemos que somos muy pequeños, tan pequeños que apenas llegamos a comprender, dentro de este inmenso y complejo universo.
Sin embargo, nos continuamos creyendo especiales cuando imaginamos cómo pueden ser los extraterrestres, ya que casi siempre son de tipo humanoide o poseen rasgos similares a nosotros.
Es posible que nuestros hermanos de las estrellas no se parezcan en absoluto a nosotros, de la misma forma que las condiciones de vida en un remoto lugar deben de ser muy diferentes.
Estamos buscando vida en otros planetas desde un planteamiento limitado, solamente nos interesan aquellos que presentan indicios de agua y por otro lado siempre pensamos en seres basados en el carbono.
En realidad no sabemos nada.
Por tanto debemos valorar también bioquímicas alternativas o hipotéticas.
En palabras de un teórico de la complejidad como James Gardner, la evidencia de inteligencia alienígena podría estar a la vista, pero ser completamente irreconocible para nosotros.
¿Es plausible esta posibilidad?
Yo sostengo que no sólo es posible, sino que es prácticamente seguro que no reconoceríamos la evidencia de la existencia de una inteligencia alienígena suficientemente avanzada, incluso si estuviera ante nuestras narices.
