
No me deja de sorprender la cantidad de páginas que se han escrito sobre ética y sobre la importancia de nuestras acciones en lo que nos rodea y la indiferencia que tiene la naturaleza sobre lo que nos ocurra a los humanos.
El otro día vi la "Vida de Pi" y resultó ser una prueba más de esto que estamos hablando. Para no destripar la película no haré un detalle de todas las barrabasadas que la naturaleza hace con el protagonista, me ceñiré a lo del tigre.
Debemos suponer que por los azares de la vida nos encontramos un día montados en una barca, perdidos en el mar con la única compañía de un tigre.
Pero uno de verdad, no sacado de una película de Walt Disney.
Y el protagonista que se llama Pi se esfuerza, no solo por salir vivo si no por salvar al animal de una muerte segura.
Claro, sucede que esto de tener cerebro al final acaba otorgando cierta ventaja al humano. No diré que se entabla una relación amistosa, porque el tigre,
que por cierto se llama Richard Parker, es un broncas.
Como en toda relación mal avenida, cada vez que Pi entra en la barca le monta un cristo de categoría.
Y debe entrar. Nuestro protagonista se pasa gran parte del tiempo en unos flotadores atados a la embarcación.
Y el animal con esa mirada del tigre llena de fiereza y de mal genio.
Pues con todo Pi acaba salvando la vida al animal. Y cuando llega lo de la isla parece que hubiera un conato de entendimiento.
Pero Richard parker es indiferente a todo tipo de humanidad.
Cuando tiene la primera oportunidad y después de algunos meses de compartir barca, el animal se marcha sin ni siquiera una mirada o signo de afecto.
Sin decir adiós. Eso resulta doloroso y sin sentido al protagonista.
La película es muy imaginativa, contada como una historia dentro de una historia, con un final que obliga a repensarla y con cantidad de vicisitudes donde las circunstancias obligan a Pi, a luchar a brazo partido.
También se habla mucho de dioses, de fe y del más allá y para justificarlo se presenta la naturaleza como una prueba a superar.
Hay un documental que se llama “Grizzli Man”, donde el protagonista se hace amigo de los osos y donde predomina la buena realciòn y la hermandad con una naturaleza que parece de dibujos animados.
O eso cree el protagonista hasta que uno de esos trozos de naturaleza, indiferentes a todo sentimiento, se lo comió.
A la naturaleza le da igual las personas.