Aquella era una buena tarde para ordenar las cajas
en las que guardar los secretos.
Fue complicado ponernos de acuerdo:
¿primero los colores o el tamaño de las cajas?.
Como no importa, el tamaño quedó descartado.
Las tardes siguientes las pasamos discutiendo sobre qué colores eran para cada uno, qué compartimento nos correspondía y por qué.
En un intento de acercar posturas decidimos enumerar los secretos:
nos salían tres o cuatro a cada uno.
Demasiadas cajas para tan pocos secretos, así que optamos por meterlos todos en la caja blanca con letras del estante superior.
Y allí siguen, supongo que están cómodos: casi nunca salen.
fartucosdemirarsinver