
Ni patio ni platea...
También en esta plaza que es el fondo de un embudo sobre el cual el pueblo se escalona en capas sucesivas y uno espera que por pura gravedad acaben viniendo todos los minutos a parar al centro de la plaza y que desfilen por ella como gráciles carrozas, cada una con el patrocinio de alguno de los dioses que la han habitado a lo largo de los siglos.
Sin embargo, solo el sol en fuga y los niños eternos la recorren.
Hasta que finalmente, pensando en otra cosa se le ocurre que tal vez podemos abandonar ese margen porticado y a cubierto y tomar las fotos hacia afuera desde dentro, desde ese centro del embudo donde todo se pierde, donde tal vez sea imposible tomar la foto que uno espera pero al menos cabe la posibilidad de que lo inesperado se acreciente y desborde la circunferencia en formas nuevas.
