domingo, 22 de junio de 2014

Novia ... Escrito e ideas.


De tarde íbamos con ella a tirarnos en el pastito del cerco de la finada Rosa, mirábamos más allá de las nubes buscando el satélite que a esa hora le tocaría sacarnos fotos. 
No es como buscar un avión entre las nubes, porque en ese caso al menos se siente el ruido. 

En cambio nosotros observábamos fijamente un lugar, luego otro y más tarde otro y así hasta que lo hallábamos.
 Era un pequeño puntito blanco perdido en la inmensidad azul, casi invisible, cualquiera hubiera dicho una motita de polvo, un defecto de la vista, una suciedad del ojo, pero se movía como lo harían más tarde, cuando obscureciera, los satélites de la primera hora de la noche, visibles a simple vista, viajando por las estrellas a contrapelo del resto.

Había veces que veíamos cómo se acoplaba la Estación Espacial Internacional con los satélites, supuestamente para arreglarlos o –calculábamos– hacerles las travesuras a que están acostumbrados los norteamericanos.
 Pero no lo sabíamos porque a tanta distancia qué se iban a distinguir los astronautas. Diga que los alcanzábamos a ver, pero si desviábamos la mirada un instante, los perdíamos de vista y vuelta a empezar.

Era imposible ver algo cuando corrían esas nubecitas bien altas que todavía saben venir del norte, un tul blanquecino que tapa lo que está sucediendo del otro lado.
Otras veces nos mandaban a hacer algo o teníamos clase de gimnasia en la escuela o estaba nublado o andábamos en otra parte, ella con sus amigas y yo jugando a la pelota. 
Algunas veces, por más que nos esforzábamos no veíamos nada, ni una motita blanca en esa eternidad celeste que nos distraía durante las tardes.

No sé cuándo dejamos de tumbarnos en el pastito, sólo recuerdo que  un día estuvimos olvidados del asunto. A los años nos volvimos a topar: ella andaba de novia con un muchacho que conoció en la facultad y yo con una flaca que me duró varios años. Una noche salimos los cuatro a cenar y les contamos lo del satélite. Ellos nos miraron raro: no nos creyeron.

A la semana nos encontramos con ella para ir a un hotel que tenía un espejo en el techo y sin embargo volvimos a navegar por el Espacio, como antes, pero un poquito menos porque ya estábamos viejos.

Llamando al remís. Avellaneda y Roca.