martes, 12 de agosto de 2014

Cocina molecular... Perdidos en Buenos Aires.


Si vemos el Sistema Solar como una especie de horno cósmico, podemos suponer que estamos siendo cocinados por seres que de alguna manera disfrutan de este rostizado lento.

Si estos gourmets celestiales gustaran de un menú variado, podemos imaginar que cuando muere un niño sería algo así como jugoso o apenas hervido.

Un anciano, bien cocido. Un adulto, a punto.

Bueno, el asunto es que nuestras moléculas, nuestros átomos, nuestra carne, materia o como quieras llamarla, está en un proceso de transformación constante.

Es cierto que todo lo que existe parece estar en una transformación constante, pero para los fines de este
estudio culinario, antropológico y esotérico de domingo a la mañana, nos centraremos en la manera en que el proceso de la vida nos afecta, ya con un fin de alimentar a especies incorpóreas que ríen a carcajadas mientras ingieren nuestras almas junto a destilados de rocío y agua de cataratas, ya por una mera casualidad cósmica.

En este espiedo celestial, cada uno hace lo mejor que puede, con el entendimiento, las capacidades y opciones con las que cuenta o cree contar.

Cómo termina esta película, no lo sé.

Soy apenas un ciudadano extraviado, un grano de arroz en una paella, una letra de fideo en una sopa misteriosa.

En estos días, por causas que sería demasiado largo explicar ahora, supe de la existencia de la cocina molecular. Por las dudas que no sepas de qué se trata y quieras tener ahora un resumen bastante modesto, digamos que un grupo de científicos -presumiblemente aburridos- decidió aplicar a la cocina algunas técnicas y conocimientos de sus respectivas áreas.

En lo personal, me parece una boludez marca Cañón.
Pero si uno se sincera, hay que aceptar que la mayoría de las cosas que produce la humanidad o son perjudiciales para si misma o son una boludez marca Cañon.

Así que si no te alcanza con comerte un bife con ensalada, o unos canelones de verdura, un flan con dulce de leche, una manzana, etc, investiga la cocina molecular.

Es muy posible que no te traiga tanta felicidad como su nombre promete, pero quién sabe... el sabio encuentra magia en las actividades más triviales..

Siento la necesidad de aterrizar un poco, de abordar temas un poco más terrenales. Me lo permito. Soy muy amable conmigo mismo.