lunes, 6 de octubre de 2014

MICROONDAS HASTA EN LA SOPA, PERO… ¿SON BUENAS PARA LA SALUD?

Quizá sea exceder un poco los límites definidos de nuestra profesión ya que los físicos médicos, por el momento, sólo nos dedicamos a las radiaciones ionizantes (en el espectro electromagnético, del ultravioleta hacia arriba), pero sin embargo el lodazal de las microondas y sus efectos en la salud es un tema que por moderno y oscuro siempre nos atrae.
 Vamos a llamarle el Marilyn Manson del electromagnetismo, si os mola más.
Resulta que existe tal cantidad de leyendas urbanas acerca de estas “ondas de destrucción masiva”, que se crea un efecto de feed-back (retroalimentación) en el que el subconsciente colectivo, como sabe que son perjudiciales para la salud, genera nuevas historias y así hasta el infinito. 
Pero, ¿qué hay de cierto en esto y qué es puro cuento?
Existen un montón de cachivaches modernos descendientes de las microondas y cada uno tiene sus propias leyendas, pero aquí sólo se van a discutir dos grandes bloques muy cotidianos, los hornos microondas y los emisores de microondas comunicativos. Abordemos en este post los hornos microondas.
Los hornos microondas calientan moléculas de agua con radiación electromagnética de una frecuencia de 2.45 GHz, o lo que es lo mismo, 12.5 cm de longitud de onda. Muchas veces se dice que se escoge esta frecuencia porque es la frecuencia de resonancia de las moléculas de agua. Esto es falso. La frecuencia de resonancia de las moléculas de agua es mucho más elevada, empieza a ocurrir por encima de los 100 GHz. Si se trabajara con esa frecuencia todo el calor se concentraría en la superficie de los alimentos quedando el núcleo alimenticio frío, que no es la idea, ¿verdad?
El principio de funcionamiento es muy simple. Las moléculas de agua son dipolares, es decir, se comportan como si una parte de ellas tuviera carga eléctrica negativa y otra parte positiva. Al incidir sobre ellas un campo electromagnético oscilante (es decir radiación, en este caso del rango de las microondas), las moléculas intentan alinearse con él pero al ser oscilante ello les induce un movimiento de rotación. 
Como consecuencia las moléculas van adquiriendo energía cinética de rotación y vibración, que  a nivel macroscópico se traduce en un calentamiento del medio.
Dipolo
Vale, ¿y esto cómo afecta a mi salud? Pues lo cierto es que sólo quemándote si no se tienen las mismas precauciones que con un horno convencional. 
Cuando la radiación del horno microondas desaparece también lo hace toda la radiación de los alimentos. Los microondas en Estados Unidos llevan usándose 30 años y no se han descrito mayores complicaciones que las que se pueden presentar con un horno de radiación infrarroja (sí, sí, radiación, porque el fuego no transmite calor por arte de magia). Y es que ya en 1986 el 25 % de los hogares de los Estados Unidos tenía un horno microondas.
 Tanto gobiernos, como la industria, como la OMS están de acuerdo en ello: el horno microondas no produce cefalea, ni cáncer, ni malnutrición, sólo ahorro energético. Cierto es que si la puerta no cierra bien puede haber escapes de microondas, lo que podría producir quemaduras a cortas distancias (por debajo de los 5-10 cm), pero en este caso ya estamos hablando de desperfectos en el aparato.
 Eso de que el microondas te quema por dentro y no te enteras… pues falso. Cuando tragas sopa caliente muy rápido te quemas igual, ¿no?
Existen tres grandes grupos de leyendas urbanas asociadas a los hornos microondas y sus efectos en la salud:
-El primero mantiene que el uso de las microondas afecta a la estructura molecular de los alimentos que se cocinan en ellos, que las proteínas se desnaturalizan, los azúcares se caramelizan… y, en definitiva, que la química de los alimentos que pasan por los microondas se modifica de una forma altamente tóxica para el ser humano. Esto es cierto hasta cierto punto ya que el calor produce modificación química de los alimentos, claro, tanto como ponerlos en el horno, en el fuego o en la inducción. Así que lo de tóxico… pues no más que lo visto hasta ahora.
-El segundo grupo mantiene que la comida calentada en microondas se enfría más rápido, lo cual es también falso. Esta percepción puede ser debida a que lo que sí es cierto es que el calentamiento del alimento puede no ser tan uniforme como en un horno-fuego convencional. El hielo, por ejemplo, no absorbe tan fácilmente la radiación de microondas como el agua líquida.
 Ello puede provocar que partes congeladas de un alimento queden frías y otras calientes, lo que al difundirse en el medio produce una sensación de enfriamiento acelerado. 
Este efecto se resuelve en gran medida empleando baja potencia o modos de calentamiento intermitentes, es decir, siguiendo las instrucciones (que casi nadie se lee) del aparato.
-En el tercer grupo se aglutinarían mis preferidas, las que mantienen que las microondas afectan a la frecuencia “natural” de las cosas y que explican mediante mecanismos cuántico-esotéricos que ello produce una reacción en cadena que afecta a nuestra “energía” cargándonos de “mal rollo”… Y ésta es quizá la razón más potente por la que en muchos hogares no se utilizan hornos microondas.
A diferencia de la caja con veneno y dispositivo cuántico, el gato de Schrödinger permanecerá vivo siempre y cuando esté fuera del horno en funcionamiento (lo contrario de lo cual ha ocurrido alguna vez).
MWKatuabi
En definitiva, la cocina con microondas es completamente segura, bueno tanto como lo puede ser la convencional o más, si tenemos en cuenta incendios y explosiones ocasionados por hornos y fogones de gas.
 En lo que respecta a los alimentos que pasan por el interior de los hornos no son modificados de ninguna forma que sea perjudicial para nuestro cuerpo más allá de las modificaciones que sufre la comida con los métodos tradicionales.
En la próxima entrega se hablará de las microondas de los móviles y demás dispositivos de comunicación y sus efectos en la salud.
desayunoconfotones