domingo, 25 de enero de 2015

Y el gordo...?


Ahí estaba, en medio de la plaza, el gran gordo de los ojos contentos, sentado en la única banca sin sombra sonriéndole a los transeúntes. Era un pueblo pequeño, y todos conocían al gran gordo, el amigo de todos, la esperanza sonriente; sin embargo, no había una sola persona que supiera de dónde venía, qué hacía, o incluso el nombre del gordo, puesto que todos lo llamaban simplemente “Gordo”
“Eh Gran Gordo!, ¿qué tal te va el día?”
“Ese mi gordito simpaticón, buen desayuno que te echaste esta mañana eh!”
“Gordito querido, que lindos cachetotes”
“¿Quiere de mi helado, señor don gordo?”
Al gordo se le veía a muy tempranas horas caminando por el mercado municipal, inspeccionando atentamente la calidad de las carnes, especias y vegetales que más tarde se llevaría a casa. Los tenderos murmuraban que el gordo habría de ser un gran cocinero, con majestuosas habilidades culinarias, pero nadie se atrevía a preguntarle.
Por las tardes muchos lo encontraban en su ruta de ejercicios, envuelto en sus muy amplios pantalones deportivos, su abrigador suéter y una banda para el sudor en la cabeza, trotando a ritmo constante sin parecer muy cansado. Todos se preguntaban cómo es que una persona de su magnitud tenía una rutina de ejercicios y no conseguía bajar de peso.
Ah!, ese gordo era una ‘enorme’ caja de sorpresas. Cada día sorprendía a los pueblerinos con alguna extraña hazaña que no parecía ir con su tipo de persona. Como aquella vez que apareció en medio de la plaza, haciendo malabares con chihuahuas de bolsillo vestidos de payaso; terminó su acto, dio las gracias a su público, metió los chihuahuas en una mochila y se retiró a casa; en una ocasión se le vio también conduciendo un auto deportivo sin usar las manos, sumía la panza para dar vuelta a la derecha, y la ensanchaba para darla a la izquierda, pero nunca supieron cómo hacía para meter los cambios. También es sabido que en una madrugada de Abril, antes de que los gallos cantaran, hizo acto de presencia en el techo del palacio municipal tocando en su banda de un sólo gordo, con guitarra, trompetas, batería y un par de harmónicas y clarinetes que tocaba con el aire atrapado entre sus lonjas. Durante las fiestas de aniversario, en las noches de ópera él era la gorda que cerraba la presentación, y cada fin de semana salía con una chica diferente, como dicen en mi tierra, algunas locales, otras foráneas, y siempre melosas con el gordo de ojos contentos, quien las trataba como reinas, y según decían, les daba la mejor noche de sexo salvaje que pudieran haber tenido en sus vidas. Por supuesto estos comentarios mantenían alertas a los novios y maridos, quienes veían con intriga al gordo cuando se acercaba el fin de semana, preguntándose a quién habría de convencer ésta vez.
Y un día, así de repente, se murió, y nadie en el pueblo sabía qué hacer con el enorme cuerpo que no cabía ni en un ataúd ni en el incinerador.
Y entonces el pueblo erigió una estatua del gordo, para honrar al gran gordo que fuera ícono del pueblo por, extrañamente, tantas generaciones…

Me podrían responder…dónde está el cuerpo del GORDO…