lunes, 3 de agosto de 2015

Carta desde Stalingrado de un soldado alemán a su padre


" En Estalingrado, cuestionarse a Dios significa renunciar a Él (...) 
Y si después de todo hubiera un Dios, sólo estaría con usted, en los libros de himnos y oraciones, en los consejos piadosos de sacerdotes y pastores, en el tañer de las campanas y en el olor a incienso. 
Pero no en Estalingrado..."

Querido padre, debo decírselo, y estoy doblemente arrepentido por ello. Usted me sacó adelante, no tuve madre, y siempre mantuvo a Dios ante mis ojos y mi corazón. Y yo reitero doblemente mis palabras, pues van a ser las últimas. Después de ellas no voy a poder pronunciar otras que puedan remediarlas o disculparlas. Usted es sacerdote, padre. 
En la última carta que uno escribe, únicamente dice la verdad o lo que cree que es la verdad...
   He buscado a Dios en cada crater de obús, en cada casa destruida, en cada esquina, entre mis camaradas cuando estoy en mi trinchera, y en el cielo. 
Dios no se mostró cuando mi corazón le gritaba. 
Las casas fueron destruidas. Mis camaradas fueron tan valientes o cobardes como yo. La ira y el asesinato estaban en la tierra. Bombas y fuego caían del cielo. 
Pero Dios no estaba ahí...
   No, padre, Dios no existe. Se lo escribo otra vez, y sé que es terrible, y que no puedo remediarlo. 
Y si después de todo hubiera un Dios, sólo estaría con usted, en los libros de himnos y oraciones, en los consejos piadosos de sacerdotes y pastores, en el tañar de las campanas y en el olor a incienso.
 Pero no en Estalingrado...