lunes, 23 de noviembre de 2015

Aquellos Laberintos...


Cuentan los hombres dignos de fe (pero Alá sabe más) que en los primeros días hubo un rey de las islas de Babilonia que congregó a sus arquitectos y magos y les mando a construir un laberinto tan perplejo y sutil que los varones más prudentes no se aventuraban a entrar, y los que entraban se perdían. 

Esa obra era un escándalo, porque la confusión y la maravilla son operaciones propias de Dios y no de los hombres. 

Con el andar del tiempo vino a su corte un rey de los árabes, y el rey de Babilonia (para hacer burla de la simplicidad de su huésped) lo hizo penetrar en el laberinto, donde vagó afrentado y confundido hasta la declinación de la tarde. Entonces imploró socorro divino y dio con la puerta.

 Sus labios no profirieron queja ninguna, pero le dijo al rey de Babilonia que él en Arabia tenía otro laberinto y que, si Dios era servido, se lo daría a conocer algún día. 

Luego regresó a Arabia, juntó sus capitanes y sus alcaides y estragó los reinos de Babilonia con tan venturosa fortuna que derribo sus castillos, rompió sus gentes e hizo cautivo al mismo rey. 

Lo amarró encima de un camello veloz y lo llevó al desierto.






Cabalgaron tres días, y le dijo: "Oh, rey del tiempo y substancia y cifra del siglo!, en Babilonia me quisiste perder en un laberinto de bronce con muchas escaleras, puertas y muros; ahora el Poderoso ha tenido a bien que te muestre el mío, donde no hay escaleras que subir, ni puertas que forzar, ni fatigosas galerías que recorrer, ni muros que veden el paso."

 Luego le desató las ligaduras y lo abandonó en la mitad del desierto, donde murió de hambre y de sed. La gloria sea con aquel que no muere.


Los dos reyes y los dos laberintos.
J. L. Borges




DRAE:

laberinto.

(Del lat. labyrinthus, y este del gr. λαβύρινθος).

1. m. Lugar formado artificiosamente por calles y encrucijadas, para confundir a quien se adentre en él, de modo que no pueda acertar con la salida.

2. m. Cosa confusa y enredada.

3. m. Composición poética hecha de manera que los versos puedan leerse al derecho y al revés y de otras maneras sin que dejen de formar cadencia y sentido.

4. m. Anat. Parte del oído interno.

La existencia de Dios












“Cierro los ojos y veo una bandada de pájaros.
La visión dura un segundo o acaso menos;
no sé cuántos pájaros vi.
¿Era definido o indefinido su número?
El problema involucra la existencia de Dios.














Si Dios existe, el número es definido,
porque Dios sabe cuántos pájaros vi.
Si Dios no existe, el número es indefinido,
porque nadie pudo llevar la cuenta.
En tal caso, vi menos de diez pájaros (digamos) y más de uno;
pero no vi nueve, ocho, siete, seis, cinco, cuatro, tres o dos pájaros.





Vi un número entre diez y uno,
que no es nueve, ocho, siete, seis, cinco, etcétera.
Ese número entero es inconcebible,
ergo, Dios existe.”





Argumentum Ornithologicum

J. L. Borges