martes, 12 de enero de 2016

De mi mente conflictiva...


Ahí estaban todos, en la sala de espera.
 Sin números de turno ni nada, ellos ya sabían cómo eran estas cosas. 
Alguien saldría por esa puerta y les llamaría para ser parte de alguna experiencia hecha sólo para él o ella. 
Mientras tanto, no les quedaba más que esperar, conversando, comiendo, leyendo alguna revista extraña o soñando el sueño de alguien más.

Algunos eran redondos como la luna, otros brillantes como las estrellas que vagan por el cielo nocturno, los había llenos de corazones, de flechas, inundados de pasiones infinitas. 
Los voladores, los rosados. Animales deseados y animales extraviados.
 Cada uno era una representación de la variedad de sentimientos e ideas. Estaban los pletóricos, apoteósicos, abstractos, los que ardían en llamas y los que nacían de amores impacientes.

Se abre la puerta. El silencio reina en la habitación de paredes celestes, con ventanas hacia algo imposible de describir, una mezcla entre jardines lilas y cielos verdes.
 El sol es un cristal iluminándolo todo. Sale un ser muy parecido a mí.

—Vengan todos —, les dijo... o les dije—.
 Dentro de poco voy a despertar y necesito de todos ustedes.

Y fue así como todos los personajes que he inventado mientras dormía encontraron un hogar en este relato.

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