El tiempo es algo tangible.
A diferencia de lo que la mayoría cree el tiempo no pasa,
no transcurre aséptico.
El tiempo se puede tocar, ver y sentir de manera inequívoca.
Ocupa espacio en cada existencia desde el momento mismo de la concepción. Entonces nos invade y se apodera lenta pero indefectiblemente de nuestro ser.
El tiempo universal cual forma de vida parasitaria se nos mete en nuestro cuerpo, en nuestra piel, en nuestra sangre, en nuestra carne.
Y entonces, llegado el momento pasa lo inexorable, nos crece la panza.
He allí la mejor evidencia de su tangibilidad.
Capturando cuentos.
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