domingo, 10 de enero de 2016

sobre OMEGA.


Hace algún tiempo un grupo de seres pandimensionales hiperinteligentes decidió encontrar la respuesta a la Gran Pregunta sobre la Vida, 
el Universo y Todo. 
Con este fin construyeron un ordenador increíblemente potente,
 Pensamiento Profundo. 
Tras varios millones de años de ejecución de un fabuloso programa 
se anunció la Respuesta.
 Y la Respuesta fue…

.000000100000010000100000100001110111001100100111100010010011100 . . .
No, no es 42. Eso es de una novela de Douglas Adams
 y esto es el mundo real. La Respuesta con mayúscula es, repitámosla,

.000000100000010000100000100001110111001100100111100010010011100 . 

Este número se llama Omega y, si conocieses sus primeros miles de dígitos, conocerías más respuestas a preguntas matemáticas de las que puedan plantearse. 
Por si esto fuese poco, la mera existencia de Omega es una demostración de que la mayoría de las matemáticas no pueden crearse 
“descubrirse” es un término platónico en este contexto, aplicando solamente la lógica y el razonamiento.
 El hecho de que los matemáticos no tengan demasiada dificultad en crear nuevas matemáticas debe deberse a que los matemáticos usan algo
 de lo que los ordenadores no son capaces, llamémoslo “intuición”.
Omega, que fue definido por primera vez en los años 70 del pasado siglo por Gregory Chaitin, es un número binario infinitamente 
largo sin el menor rastro de pauta.
 Si definimos la complejidad de un número como la longitud del programa de ordenador más corto que lo puede generar en binario (concepto que forma parte de la Teoría de la Información Algorítmica –TIA-, creada por Chaitin y desarrollada independientemente por Andrei Kolmogorov), la ausencia absoluta de pauta implica que la secuencia infinita de ceros y unos de Omega necesita un programa de ordenador infinitamente largo para generarla.
 No hay atajos, ninguna forma de hacerlo más compacto.
 El non plus ultra en la irreductibilidad de la información.
Omega tiene una definición matemática simple y sin ambigüedades pero, por otra parte, su expresión numérica es algo que no puede ser conocido, de hecho, es algo que es el máximo de la no-conocibilidad.
 En general se suele pensar en pi, la razón entre la circunferencia y su diámetro, como en algo complejo.
 Así, sus dígitos (3,1415926…) son infinitos y no parece que se repitan.
 Y, sin embargo, resulta que pi puede ser generado por un programa de ordenador relativamente simple, por lo que para la TIA no es complejo en absoluto. Omega es infinitamente más complejo que pi.
Omega es como una serie infinita de tiradas de moneda, con las caras equivaliendo a “0” y las cruces a “1”.
 El resultado de cada tirada es independiente del resultado de la tirada anterior. La única forma de descubrir la secuencia de caras y cruces en una serie infinita de tiradas de moneda es tirar 
una moneda un infinito número de veces
 No hay atajo.
Pero Omega es mucho, mucho más, que un simple número infinitamente aleatorio, infinitamente complejo e infinitamente incompresible 
(que no se puede comprimir).
 Omega también nos habla de los límites de los ordenadores, 
pero esa es otra historia.

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