lunes, 3 de agosto de 2009

Un mundo oscuro...

Un mundo oscuro...


Robert se dirige a su despacho,
ve la puerta entre-abierta y percibe un olor casi imperceptible,
como el de un alma en pena, que discreto le anuncia que nada positivo encontrará después de abandonar ese pasillo.

El sudor de la frente ahoga sus ojos y el suspenso baja brusco, golpeándole los pies. Un Rubik tiene por cerebro y sus manos no encuentran la fórmula.

Confundido y lento empuja la puerta poco a poco y poco a poco,
el suspenso con el terror se va mezclando, hasta desaparecer.

Terror puro, proclaman: un escritorio, un despacho y un socio;
atormentado, trastornado, muerto: tendido sin vida, sobre el escritorio,
entre cuatro paredes que estuvieron de rodillas, suplicantes.

"¡Dios mío! ¡No – puede - ser! ¡Richard! ¡Rich… ¿¡Quién!? ¡Sí! ¡Mal nacidos!

No descansaré hasta… ojo por ojo; ojo por ojo".

Mientras que observa a aquella cabeza destrozada, sobre un magenta espeso,
en el que flotan recuerdos, ideas, pensamientos:

"no es para hacer justicia que vuela libre el vampiro voraz, figura sedienta
de aquella sangre negra que brota a borbollones por allá".

Un alijo de billetes bloquea la boca de Richard, y un alarido se anida
en su garganta, desgarrada ante la muerte.

"No siento la cabeza. No siento nada.
¡Cuánto lo siento! Estoy sin esperanza. Estoy sin vida. Me llaman muerto.
¿Muerto? ¿O me siento muerto, solamente?
No, sí lo estoy; estoy helado hasta el alma.
Aunque… ser o no ser, e ahí el…talvez sea una situación pasajera, talvez…
pero con tanta sangre derramada y mi cabeza en estas fachas,
no cabe duda, de vivo no tengo un pelo.

¡Así es la vida! No vale la pena… si no la abrazas de frente.
Si la abrazas de frente tiene un valor invaluable e igual vale la muerte.
De vez en cuando la muerte, ¡nos gasta unas bromas!
Puedo sentir que estoy helado.
Estoy más helado que Plutón y más confundido que ese plaaa...
al fin y al cabo,
¿cuántos planetas tenemos?
¿Hasta dónde llegará este Sistema Solar?
¿A dónde llegaré yo, así, muerto?"

Robert se dirige hacia un teléfono temporalmente rojo,
temporalmente mudo y temporalmente sordo.
Los sonidos del silencio. "¡Escucho unos pasos!
¿Afuera en el pasillo? ¿O adentro en mi cabeza?"

Adentro, en su cabeza: sonidos e imágenes, números, letras,
voces deambulan atropelladamente.
Solo hacen un alto ante una señal muy clara: ¡Venganza!

"Afuera está despejado.
Afuera, porque mi cabeza, Richard, está… está por reventar.
Tengo tanto por hacer antes de partir al Medio Oriente.
Tengo tanto por hacer allá, ahora que no vas; si antes logro hacer
lo que debo y sobrevivo".

"¡Bendito petróleo! ¡Maldito! Qué distinto sería el mundo si no existieras.
El Golfo, Manhattan, Maracaibo, Good Year; un Scotch, autopistas, l
os viajes, la guía Michelin.

La segunda guerra mundial. La tercera. Babilonia, derrames, Texas;
Calígula, un Bourbon, contaminación;
Wall Street, el Vampiro Voraz, Walt Disney, el Burj Al Arab; Ford, Madonna, Tom… Dow Jones.
El tipo de cambio. Un cambio radical es el que necesita la política exterior de este
pa... para poder vivir… negocios oscuros. El petróleo, claro…
¡se tiene que amar tanto!"

Y un movimiento inesperado sucede a espaldas de Robert:
Richard, deslizándose suavemente, llega al suelo, con los ojos de par en par y su mirada ausente.

Sobre aquel escritorio sin vida quedan flotando sus ideas, sus pensamientos
y un fatídico recuerdo:

"Nos descubriste, Richard.
Y rechazaste el dinero.
¡Nos vengaremos!

(wleelw)

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