lunes, 29 de agosto de 2011

Han alcanzado la Singularidad



En 1965, Gordon Moore, uno de los fundadores de Intel, señalaba cómo el número de transistores que se podían montar en un circuito integrado parecía duplicarse cada 18 meses, aproximadamente. 

Esta observación se conoce hoy en día como ley de Moore. 
Si continuase cumpliéndose en la próxima década veremos máquinas increíblemente rápidas y potentes.

Extrapolando los razonamientos de Moore,Vernor Vinge cree más que probable la aparición de inteligencia superhumana dentro de unos 20 años, en alguna de las siguientes cuatro formas: ordenadores que tomen conciencia; redes como Internet que tomen conciencia; interfaces humano-computadora o desarrollo biológico de inteligencia humana.

 Dicha entidad superinteligente podría ser el logro definitivo de la raza humana, ya que la misma entidad podría diseñar incluso mejores y más inteligentes descendientes.

 La estimación de Moore del tiempo de duplicación del número de transistores decrecería rápidamente, provocando una "explosión de inteligencia".
 Un evento de crecimiento exponencial acelerado podría terminar con la era de los humanos en cuestión de horas. 
Vinge denomina a este evento "la Singularidad".

Aunque el término no describe rigurosamente lo que los matemáticos o físicos definen estrictamente como singularidad, sí que da idea de lo que sería un punto crítico en la historia: las cosas cambiarían muy rápidamente cerca de la Singularidad (como en la proximidad inmediata de un agujero negro) y resulta muy difícil o imposible predecir lo que sucedería en caso de alcanzarla.

 ¿En qué se convertirían los ordenadores superinteligentes, o los humanos superinteligente o los híbridos humano-computadora? 

¿Acaso podemos saber o alcanzar a imaginar las capacidades, motivos
 o deseos de estas entidades?

Vinge afirma que si la Singularidad es posible, 
entonces inevitablemente sucederá.

 Si las CETs desarrollan computadoras (al igual que asumimos que desarrollarán radiotelescopios, por ejemplo) entonces también acabarán por alcanzar la Singularidad.

 La solución a la paradoja de Fermi propuesta por Vinge puede resumirse así: las civilizaciones extraterrestres han alcanzado la Singularidad y han devenido en seres superiores, superinteligentes, trascendentes, incognoscibles.

Aunque fascinante, la propuesta de Vinge presenta dificultades. 

Efectivamente, incluso admitiendo que la superinteligencia pudiese existir sobre un sustrato no biológico, la Singularidad podría no suceder nunca. 

Y existen toda una serie de razones, ya sean políticas, económicas o sociales. También tecnológicas. 

Por ejemplo, en lo que se refiere a alcanzar la Singularidad, los avances
en el desarrollo de software pueden ser tan decisivos como el hardware. 

Sin embargo, y aunque este último sigue la ley de Moore, no parece suceder 
lo mismo con el primero. Puede que simplemente no seamos suficientemente inteligentes como para producir el software necesario que conduzca
 a la Singularidad.


Incluso aunque la Singularidad fuese inevitable aún restaría por contestar la pregunta que se hacía Fermi: 

¿dónde están esas supuestas superinteligencias? 

Más aún, podemos admitir que seamos incapaces de comunicarnos con ellas pero de aquí no se sigue necesariamente que estas entidades se desvinculen del mundo físico.

 ¿Por qué no van a desear colonizar la galaxia, como cualquier otra CET avanzada?

¿No podríamos establecer la misma relación con los seres superinteligentes que las bacterias con nosotros?

 Al fin y al cabo, hace dos mil millones de años las bacterias dominaban la Tierra y, en muchos aspectos, aún siguen haciéndolo.

 La existencia de los seres humanos no afecta a las bacterias. 

De la misma forma, la mera existencia de seres superinteligentes no tiene por qué afectar necesariamente a los seres humanos; ellos pueden seguir dedicándose a lo que sea que hagan y nosotros a lo nuestro.

 Y su existencia no afecta a nuestra capacidad para comunicarnos con otras CETs similares a nosotros.

Así pues, la existencia de la Singularidad no explica tampoco
 la paradoja de Fermi. 

En todo caso, aún la exacerba más...

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