Imaginemos que tenemos un grano de arena.
Evidentemente, no diremos que es un montón de arena.
Ahora tenemos dos granos.
¿Es un montón? ¿Y tres? ¿Y cuatro? … ¿Y un millón?
A esta última pregunta podemos responder que sí.
Pero si en uno, dos, tres y cuatro hemos dicho que no y en un millón hemos dicho que sí, la pregunta es ¿cuándo decimos que n granos de arena no son un montón pero n+1 granos de arena sí son un montón?
Bienvenidos a la falacia del continuo
Podemos decir que un grano de arena es un montón ya que si tenemos
un millón vamos quitando grano a grano y sigue siendo un montón,
llegando un momento en que tenemos un solo grano,
concluyendo que un grano es un montón.
Y viceversa, podemos decir que si un grano de arena no es un montón,
vamos sumando grano a grano y aunque lleguemos
a un millón seguirá sin ser un montón.
Pero, seamos realistas, pocas personas dirían que un grano de arena
es un montón y otras pocas dirían que un millón de granos no lo es.
Y esto que parece una nimiedad tiene unas repercusiones bárbaras,
ya que hay quien lo utiliza, a veces en un sentido (diciendo que un grano
y un millón de granos es lo mismo) y a veces en otro (diciendo que un grano es una cosa y un millón otra).
La paradoja se da siempre que utilizamos
el “sentido común” sobre conceptos vagos.
El caso dónde ha sido aplicada de forma más famosa
es en si los embriones son seres humanos o no.
Todos podemos tener más o menos claro que cuando vemos
un ser humano lo reconocemos al instante.
Pero, dejando fanatismos religiosos aparte,
hemos de reconocer que el concepto “ser humano”
ya en sí es un concepto vago.
¿Qué es un ser humano?
¿una cadena de ADN?
¿una célula con potencial de convertirse en un ser humano?
Si lo creían así, les recuerdo que la oveja Dolly salió de la célula de una ubre de otra oveja, así que por la misma regla de tres, cualquier célula humana también sería un ser humano.
Un ser humano, por ejemplo, debe tener neuronas y estas tardan alrededor
de 20 días en aparecer después de la fecundación y el encefalograma
de un feto no sale hasta la semana 30 de gestación.
Y si creen que reconocerán un ser humano y piensan que los fetos de siete semanas lo son, decidme cuál de estos es humano y cuál no:
Cabe recordar que nuestro concepto sobre los embriones
ha ido cambiando con el tiempo.
Aristóteles creía que el embrión estaba formado de sangre menstrual
y que el elemento dinámico masculino le daba forma.
Se preguntó si todas las partes del embrión empezaban a existir al mismo tiempo o se iban formando sucesivamente, como cuando se teje una red.
Después de abrir huevos de gallina entre distintas fases o etapas,
argumentó a favor de la existencia de estructuras embrionarias.
Pero su rechazo de la preformación, de la idea de que todo estaba
ya preformado en miniatura desde el primer momento, se basaba
no en observaciones, sino en argumentos filosóficos.
Por otro lado, en tiempos pasados, la idea predominante entre los teólogos era que el alma humana entraba en el feto masculino alrededor del día número 40, y en el feto femenino en torno al día 80.
Y sin alma, ya no eran humanos, ¿no?
No obstante, no quiero entrar en si un embrión es un ser humano
o no lo es, pues me parece que pocos vamos a cambiar la opinión
que tenemos formada.
Lo que sí quiero poner sobre el tapete es que no me sirve el razonamiento
de que un embrión es un ser humano porque si lo dejamos desarrollarse llegará en una serie de pasos continuos a un adulto.
Y un adulto, no cabe duda que lo es.
Quiero decir que si quieren decirme que un embrión es un ser humano,
busquen otro razonamiento, pues ese argumento no me sirve.
Y ¿por qué?,
porque si lo aceptan también tendrán que aceptar que un chimpancé también es un ser humano, cosa que no van a admitir, ¿verdad?
Pero este punto tengo que explicarlo con algo de detalle.
Tomemos como ejemplo la gaviota sombría (Larus fucus) y la gaviota argéntea (Larus argentatus).
Ambas pertenecen claramente a especies distintas, sobre todo,
en lo que respecta al color.
Cualquiera puede distinguirlas.
En Gran Bretaña conviven ambas especies.
La gaviota argéntea y la sombría jamás procrean entre sí, pero entre ellas hay una relación fascinante.
A medida que nos desplazamos por la Tierra hacia el oeste (alrededor del Polo Norte; pasando por América del Norte, Alaska, Siberia, y luego regresando otra vez a Europa) las gaviotas argénteas van dejando gradualmente de parecerse a gaviotas argénteas y se parecen cada vez más a gaviotas sombrías.
Finalmente se observa que nuestra gaviota sombría es, en realidad, el otro extremo de un anillo que partió como gaviota argéntea.
En cada punto del anillo, las aves son lo suficientemente semejantes
a sus vecinas como para procrear entre sí, pero no sucede
con los extremos de ese anillo.
Volvemos a topar con la falacia del continuo:
por un lado, podríamos decir que ambas son una misma especie,
pero por otro no.
Este tipo de especies reciben el nombre de especies anillo.
Y ahora vamos a suponer que una persona da la mano su madre quien,
a su vez, da su otra mano a la suya (abuela de la primera),
esta última a su madre y así sucesivamente.
Si pudiéramos hacer eso iríamos poco a poco a encontrarnos a nuestro antepasado común con los chimpancés.
Supongamos ahora que este antepasado, en vez de dar la otra mano
a su madre, se lo da a su hija que empieza la rama de los chimpancés: formaría la cadena que llevaría a los chimpancés modernos.
Si pudiéramos recorrer la cadena humana,
llegar al antepasado común y volver a caminar por la línea de los chimpancés, llegaríamos al que estamos mirando.
Y todo ello sin discontinuidades.
Cuando miramos a un chimpancé a los ojos,
estamos mirando realmente a un primo lejano nuestro.
Y aquí viene el problema:
¿cuál es el primer ser humano cuya madre no lo es?
No me sirven explicaciones que afirmen que se es humano al 80% o al 90%, pues es una característica que nosotros asignamos o no asignamos; no sirven términos medios.
Es cierto que serían unas cuantas generaciones.
Carl Sagan decía que si un hombre entrara en su habitación, detrás viniera
su padre, detrás su abuelo, etc., ¿cuánto tiempo deberían estar pasando personas hasta que entrara uno que caminara a cuatro patas?
La respuesta es que una semana.
Una semana pasando una persona detrás de otra.
En fin, continuemos.
Fíjense que el ejemplo de la cadena (del anillo, tal como hemos explicado antes) de los seres humanos es totalmente análogo al de las gaviotas argénteas y sombrías, solo que ahora tenemos a un ser humano por un lado y a un chimpancé (para el caso de los religiosos y su famoso anuncio, un lince; ¿por qué no?, solo que el antepasado común estaría más lejos).
Bien, ¿cuál es el principal problema de lo que os estoy hablando?
¿Cuál es la diferencia real entre el anillo que formaban las gaviotas
y el que forma el ser humano con un chimpancé?
Yo lo diré: los seres intermedios entre gaviotas argénteas y sombrías están vivos y los seres de las cadenas intermedias entre chimpancé
y hombre han muerto.
Y de muchos de ellos todavía no se han encontrado fósiles.
Ahora, ¿Se imaginan que estuvieran vivos?
¿No da para pensar si tendríamos claro qué es un ser humano y qué
un chimpancé si existieran todos los pasos intermedios?
Aun así, si siguen pensando que los embriones tienen un estatus particular,
les propongo una situación particular.
Imaginen que tienen que tomar una horrible decisión.
Un misil nuclear va a caer sobre un país y deben decidir entre dos objetivos: una ciudad de un millón de habitantes y un pueblo abandonado donde vive una única persona.
¿Qué harán?
Y ahora imaginen que entran en un hospital en llamas y solo tienen una oportunidad para salvar a alguien.
En una habitación hay una mujer y un recipiente con un millón de embriones congelados.
¿A quién salvarías?
¿Elegirías igual que en el caso anterior?
Quizá todos seamos seres humanos, pero unos más que otros.
Y es por ello que yo no podré decirles si un embrión es o no un ser humano, pero si me decís que lo es por una serie de pasos continuos hasta llegar
a un ser adulto, entonces un chimpancé también es un ser humano.
Para finalizar, les dejo con esta misma reflexión
pero en palabras de Richard Dawkins:
Quiero pensar que todos nosotros abogamos por los derechos humanos.
Hay personas, sin embargo, que abogan por los derechos de los gorilas.
En ese momento, todos le haremos la pregunta:
¿y qué tienen de especial los gorilas?
Si a esas mismas personas les dijéramos que para nosotros
son más importantes los cerdos hormigueros africanos, a buen seguro,
nos preguntaría: ¿qué tienen de especial los cerdos hormigueros africanos?
Ahora bien, nadie se plantea la pregunta que debería ser más obvia:
¿qué tienen de especial los seres humanos?
Como somos especistas, la respuesta es evidente:
los seres humanos son humanos y los gorilas son animales.
En ese momento se abre un abismo, ya que la vida de un solo ser humano vale más que la vida de todos los gorilas del mundo.
Y si le adosamos la etiqueta de “Homo sapiens a un trozo insensible
de tejido embrionario, el valor de esa vida se catapulta repentinamente
hacia el infinito.
(…)
A una persona con mentalidad discontinua no se le ocurre la posibilidad
en un término medio entre gaviotas argénteas y sombrías.
Esto, por supuesto, es totalmente extrapolable a las especies.
Muchas asociaciones autodenominadas “provida” y otras se tiran el día hablándonos del momento exacto en que un feto se torna humano.
Es inútil decir que un feto es “medio humano” o “en una centésima parte”. Para ellos no puede haber etapas intermedias y de ahí surgen muchos males.
(…)
Si alguien tuviese éxito en producir un híbrido de chimpancé y ser humano,
la noticia produciría un terremoto.
Los obispos plañirían, los abogados se regocijarían malignamente
de antemano, los políticos conservadores tronarían, los socialistas no sabrían dónde levantar sus barricadas.
El científico que hubiese logrado la hazaña sería muy solicitado en las salas de profesores, denunciado en el púlpito y en la prensa amarilla y condenado, tal vez, por la fatwah de algún ayatolá.
La política no volvería a ser la misma, al igual que la teología,
la sociología, la psicología y la mayoría de las ramas de la filosofía.
El mundo, que se estremecería por un acontecimiento de índole incidental como lo es una hibridación, es, por cierto, un mundo especista,
dominado por una mentalidad discontinua.
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