Imagínate por un segundo que la estructura de la ecuación matemática que acabas de resolver condicione el tipo de frase que vayas a decir a continuación.
Ello indicaría que existe una conexión profunda entre matemáticas y lenguaje.
Pues bien, esto es lo que acaba de demostrar experimentalmente un equipo de investigadores encabezado por Christoph Scheepers, de la Universidad de Glasgow
(Reino Unido). Sus resultados aparecen en Psychological Science.
Reflexionemos un momento sobre nuestro uso del idioma (no digamos ya si eres políglota): no tenemos manera de poder anticipar o memorizar todas las combinaciones posibles de palabras, grupos de palabras u oraciones.
Y sin embargo no tenemos ninguna dificultad a la hora de construir y comprender una enorme cantidad de expresiones diariamente.
¿Cómo lo hacemos?
Los lingüistas dicen que de forma natural e inconsciente empleamos
unas reglas abstractas.
Es lo que llamamos sintaxis.
Pero, ¿hasta qué punto es abstracto el lenguaje?
¿Cuál es la naturaleza de estas representaciones abstractas?
¿Se aplican estas reglas a distintos dominios cognitivos?
El trabajo de Scheepers et al. apunta a que el proceso de almacenamiento y reuso de la sintaxis funciona transversalmente en los distintos dominios cognitivos.
El estudio hizo uso de un proceso cognitivo llamado primado estructural.
Simplificando, si usas una determinada estructura en una oración es probable que la uses de nuevo en la siguiente.
Para averiguar hasta qué punto es abstracto este proceso, además de general desde el punto de vista cognitivo, los experimentadores le dieron a los sujetos, que eran estudiantes con el inglés como lengua nativa, un test que consistía en una serie de problemas matemáticos emparejados con frases incompletas.
Cada problema matemático podía tener tres estructuras posibles:
· 80-(5+15)*5, denominada de conexión “larga” porque la última operación (*5)
se aplica a un trozo largo anterior (5+15).
· 80-5+15*5, conexión “corta” (*5 sólo se aplica a 15)
· 80-5, control
Tras cada ecuación cada participante encontraba una oración que podía completar usando una conexión larga o una corta.
Por ejemplo, “El guía turístico mencionó que las campanas de la iglesia que...” puede completarse con una conexión larga que hace referencia a “las campanas de la iglesia” como “las campanas de la iglesia que sonaban en la distancia”; o con una conexión corta que haría referencia solamente a “la iglesia”, como “la iglesia que está en la plaza”.
Los resultados (a pesar de un par de inconvenientes que apuntamos a continuación) muestran de foma estadísticamente significativa que los problemas matemáticos de conexión larga primaban oraciones de conexión larga, y los de conexión corta hacían más probables que las frases se completasen con conexiones cortas.
Aunque parece que los autores han sabido discriminar adecuadamente, hemos de mencionar dos factores que pueden afectar a la robustez de los resultados.
Uno es la habilidad matemática de los probandos: hubo un número suficientemente alto de respuestas incorrectas como para tener un efecto en las conclusiones.
Otro es el idioma nativo, el inglés, que prima las conexiones cortas.
El resultado es muy interesante y, por ello mismo, debería repetirse el experimento con personas de habilidad matemática suficiente y con un amplio espectro de lenguas nativas, con objeto de universalizar los resultados.
Si, efectivamente, nuestros procesos cognitivos operan con un alto nivel de abstracción y esta abstracción afecta a todos nuestros dominios cognitivos, como concluyen los autores, quizá también merecería la pena una tanda de experimentos en los que en vez de matemáticas y lengua se sustituya una de ellas por música.
Referencia:
Scheepers C., Sturt P., Martin C.J., Myachykov A., Teevan K., Viskupova I. (2011). Structural priming across cognitive domains: From simple arithmetic to relative clause attachment Psychological Science : In Press