jueves, 24 de abril de 2008

El tiempo en la condición humana.


El tiempo, concepción humana si las hay, sucede inevitablemente. Desde un punto de vista doctrinario, cabría decir que instante que se pierde no se recupera.

Con la certeza de que existen otras vidas, probablemente ni nos preocuparíamos por los acontecimientos adversos de la actualidad. Esa creencia en la perpetua chance de reivindicación aliviaría los pesares y, por qué no, provocaría en el dichoso una preocupación por la incertidumbre que nuevos comienzos originarían en él, más si éstos no llegaran a garantizar el bienestar conseguido.

La vida presenta dinámicas diversas en un mismo escenario. Tener asuntos pendientes es una constante para quienes no han podido abarcarlo todo o, si se quiere, aquello que a priori debió haber sido abordado con anticipación, según dictámenes de la conciencia. En ese sentido, la postergación indefinida atenta contra los instantes que se pierden, con aquellos momentos que, según la experiencia posterior, supondrían haber sido mejor aprovechados en otras circunstancias. Se dirá, y con razón, que nunca es tarde para darse cuenta de las cosas en tanto nos términos por dar cuenta de ello. Aunque en ocasiones, esa afirmación no parece sustentarse.

Quienes pasaron su infancia alejados de sí mismos, sucumbieron ante los embates de la adolescencia, resistieron a su condición de adultos y de pronto envejecen dándose cuenta de todo lo que hubieron deseado ya sobre el final, y sin poder lograrlo nunca, caen en un camino sin retorno, en un desconsuelo en el que sólo los salva la inevitable idea de final, el día de la muerte. Claro que esa solución, de haberla, jamás encontraría su realización en este mundo que hoy y aquí estamos conociendo.

Debe ser por todo esto, y mucho más también, que aun no nos es revelado el gran misterio de la vida. Porque de conocerlo, poco y nada nos importaría sabiendo que siempre habrá una chance más. Nuestro poder de decisión quedaría reducido a un condicionamiento externo, de manera que no habría libertad. Algo así como perder el rumbo y la conciencia, esperando que, en lo sucesivo, nuevas oportunidades permitan acabar con lo anterior, si es que esto último pretende ser rechazado por nosotros. Algunos creyentes, optimistas por naturaleza, dirán que para eso está el paraíso, cuya concepción, claro está, abarca otro tipo de temáticas, para mis ciencias solamente hoy tenemos conciencia de este espacio-tiempo, pero hemos estado y estaremos en tantos otros que nos serán difícil de recordarlos.

adolfocanals@educ.ar

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