miércoles, 30 de abril de 2008

La apariencia es una injusticia.


Las trillizas se asomaron a la cuna de su hermanito recién nacido.

- ¡Qué feo es!
- ¡Y qué pequeño!
- ¡Y no habla!

Para observarlo más de cerca, metieron las tres sus manos entre los barrotes y lo levantaron, sujetándolo por la nuca. Quedó suspendido en el aire como un saquito.

El bebé rompió a llorar estrepitosamente. La madre acudió, meciéndolo en sus brazos, desde el otro extremo de la casa.

- ¡Les he dicho mil veces que no pongan al hámster en la cuna!

Adolfocanals@educ.ar

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