Muchas veces miramos, escudriñamos, y descubrimos, no sin cierto pavor, no sin cierto grado de estupor, que algo nos parece sin sentido. Y entonces se repite la cantinela de que eso no puede ser, de que no es racional, de que no es posible. Y aparece una larga lista de etcéteras equivalentes. Pero entonces, más que quedarnos a resguardos de lo que debe ser, de lo esperable, de lo sanamente destacable, resulta que hemos generado una distancia entre nosotros y el mundo. Un abismo aparece y no hay forma de cruzarlo. La constatación de que algo no tiene explicación es la mejor manera de delatar que nos hemos quedado sin puentes y la realidad sigue estando ahí, y nosotros lejos. Sin duda que es fácil decir que todo es absurdo. Es tan fácil como inútil, es tan fácil como absurdo. Creemos que basta decir que algo carece de sentido para estar señalando que la realidad carece de sentido cuando no hacemos otra cosa que decir que es nuestra manera de construir sentido la que carece de méritos suficientes. La realidad está ahí. Ocurre. Podemos hacer el esfuerzo por construir una nueva manera de sentido que incluya también lo que consideramos irracional, por más que no nos guste dejar abierta la posibilidad de que también seamos algo como eso, o podemos permanecer repitiendo como imbéciles que lo que es no puede ser. Quizá nuestra razón y nuestra lógica, funcionen tan bien como la física newtoniana. Pero toda teoría tiene sus límites de aplicación. Y entonces lo que falla no es el mundo, sino la capacidad explicativa de nuestra teoría, nuestra forma de construir sentido, de entender, de hacer posible a nuestro entendimiento lo que efectivamente es posible en la realidad. Y entonces debiéramos abrirnos a ver el lado no dicho de todo lo dicho, el lado silencioso de toda palabra, el lado metafórico de toda literalidad. Porque tal vez todo, incluso la vida misma no es sino una metáfora de algo que puede vivirse y que no puede pronunciarse nunca enteramente, porque está más allá de todas las categorías. Tal vez, encontrar que algo es absurdo es la mejor oportunidad de darnos cuenta que nuestros anteojos necesitan ser cambiados. Y no sólo hablo de cosas como las teorías científicas sobre el mundo, hablo de la manera cotidiana en que nos enfrentamos a entender cada pequeño hecho de nuestra vida.
Adolfocanals@educ.ar
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