martes, 8 de abril de 2008

Una tras otra.


Esta la coloco aquí. Y esta aquí. Casi está. No, espera: hay que sacar esa y poner esta otra en su lugar. Sí, así está bien.

Vas colocando piezas hasta formar un todo con entidad propia. Te equivocas. Sacas una pieza. Pruebas con otra. El resultado no es el que buscas. Desmontas una parte. La vuelves a colocar. Rezongas.

Y así es precisamente la vida. Un continuo movimiento de piezas. Ahora muevo componentes de la vida, el amor, para este lado. Los lamentos que me anclan al pasado, esos, los dejo a en esta zona, junto al enojo. Tengo en mis dedos el arrepentimiento, que es sincero y lo quiero aquí cerca de la sinceridad. La envidia, aunque pequeña, también existe. Es esta pieza. La dejo entre el orgullo y el egocentrismo. El odio, la bondad,...mis amigos, los quiero, mi enemigos, pero...son muchas piezas, las dejo para el final, tantas y tantas piezas; pequeñas, grandes, cuadradas, octogonales, con aristas, sin ellas, las muevo una y otra vez buscando un equilibrio que a veces sí encuentro. Y avanzo. Un inmenso rompecabezas para armar, y al final, si solo pedimos tener un instante para gozar del logro.

Adolfocanals@educ.ar

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