Se incorporó, y titubeando dio su primer paso…
Marchó paulatinamente dejando a sus espaldas multitud de cosas antaño precisas. Objetos tan manidos que perdieron mucho tiempo atrás el poder de brindarle confianza.
La silla donde se mantuvo sentado tantos plagiados años quedó al fin desocupada.
Cerró esa habitación de atmósfera cargante, y sin especular, impulsivamente; inició el camino.
Sin dolor en la mirada, a pasos largos, anduvo el pasillo. Alcanzó el portón y de un certero golpe descorrió el cerrojo. Casi con la respiración fuera de juego se paralizó en el umbral. El corazón, con sus acelerados latidos; lo ensordecía.
Allí se mantuvo unos segundos, indeciso, tenia miedo al infinito que ante el se extendía. A ese inexplorado territorio que le aguardaba fuera. Aún sin atreverse a dar por si solo el paso definitivo, fue una ráfaga de viento quién decidió por él. Con un fuerte estrépito, que resonó en todo el edificio, que reverberó en toda la avenida, la puerta se cerró tras de sí; dejándolo expuesto, pero, tremendamente vivo.
Entonces, sus pies livianos sin la pesadez de la incertidumbre; emprendieron la huida hacia la liberación.
Cuándo llevaba un buen trecho recorrido frenó, volvió la vista atrás y vio cómo una tormenta de arena se ensañaba con el reino de la Nada.
Sin el menor sentimiento de duelo por la catástrofe, con júbilo, reemprendió su recién estrenada odisea…
adolfocanals@educ.ar
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