Podía haber guardado sus borradores en un cajón con leve olor a naftalina, para más adelante, con el corazón enternecido y el alma serenada, retomar la trama.
U optar por anular algunos capítulos indefinidos con cuadriforme goma o un simple dellette.
El no, no era hombre de medias tintas y sintió que aquella historia tiempo ya se le había atravesado, así que, entre sus enormes manos, estrujó el guión y sin esmeros ni pesar lo lanzó a la imaginaria papelera…
Y allí, en silencio quedó, la que de haber perseverado, hubiese sido la obra cumbre de su vida.
adolfocanals@educ.ar
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