
Las variaciones en el brillo del cuásar Q0957+561, conocido como el “cuásar gemelo” debido a que su imagen llega duplicada a la Tierra, son intrínsecas al propio astro y no son causadas por efectos de la gravedad de posibles planetas o estrellas de una galaxia lejana. Ésta es la conclusión de un estudio en el que han participado investigadores españoles, y con el que se resuelve un misterio que intrigaba a los astrónomos desde hace 30 años.
Imagen infrarroja tomada por el telescopio espacial Hubble , donde los dos puntos blancos de brillo similar se corresponden a las imágenes A (arriba) y B (abajo) de Q0957+561. Entre las dos imágenes del cuásar (aunque más próxima a la B) se aprecia la galaxia lente principal (objeto extendido). Imagen: Proyecto CASTLES
Pero el investigador explica que el asunto que inquietaba a los astrónomos, desde que se descubrió Q0957+561 hace 30 años, era conocer si las fluctuaciones en el brillo de sus dos imágenes se producían por las variaciones intrínsecas en la luminosidad del cuásar o, por el contrario, podrían ser originadas por la gravedad de planetas o estrellas presentes en el halo de una galaxia situada en el centro del cúmulo que actúa como lente gravitatoria. Las escalas temporales de las fluctuaciones (varios meses) sugerían a los científicos la posible existencia de planetas formando la materia oscura de dicha galaxia.
“Parece que se desvanece la atractiva hipótesis de una gran población de objetos oscuros con masa planetaria en el halo de la galaxia, ya que la variabilidad encontrada en nuestro experimento es de origen intrínseco al propio cuásar”, señala Goicoechea. Los investigadores han confirmado que las fluctuaciones en el brillo detectadas en la imagen A se repiten 14 meses después en la imagen B. Si hubieran sido producto de la gravedad asociada a planetas o estrellas, las fluctuaciones en la imagen A no tendrían réplicas exactas en la imagen B.
Para medir el brillo de las dos imágenes del cuásar gemelo los astrónomos han utilizado el telescopio robótico Liverpool , situado en La Palma (Canarias). El estudio se ha centrado en el análisis de los colores azul y rojo de la luz, y los resultados muestran que a lo largo de los meses la amplitud máxima del brillo varía cerca de un 10% respecto a la media. Además esas fluctuaciones se observan en la imagen B aproximadamente 14 meses después de ser detectadas en A.
“Este retardo entre componentes se ha determinado con un error relativo del 0.5%, es decir, con una gran precisión”, señala Goicoechea. Los científicos también han comprobado que el cuásar no emite simultáneamente toda la radiación óptica a la vez, sino que primero emite la luz azul y luego la roja. En la imagen A han medido un retardo de unos cuatro días entre una variación muy prominente del brillo azul y la correspondiente fluctuación del brillo rojo.
Presencia de un monstruo oscuro central
Los investigadores piensan que la mayoría de estas variaciones se originan en un disco de gas caliente situado en el corazón de Q0957+561. Este cuásar es uno de los mejor estudiados, y los astrónomos creen que en su interior se encuentra un agujero negro supermasivo, con una masa equivalente a más de mil millones de soles, alrededor del cual se situaría el disco de gas. “Esta estructura emite la radiación óptica observada y alimenta de materia al monstruo oscuro central”, apunta Goicoechea.
El astrónomo lo explica así: “Perpendicularmente al plano del disco surge un chorro o jet , que fue detectado tanto en ondas de radio como en el ultravioleta, y a cierta altura se producen fluctuaciones de alta energía, que primero alcanzan la zona más interna y caliente del disco (responsable de la radiación azul), y un poco más tarde, la zona más externa y fría (donde se genera la radiación roja)”. Las regiones del disco son así irradiadas, y una parte de esa irradiación es reflejada, mientras otra es reprocesada y reemitida a menor energía. Este fenómeno se denomina “reverberación”, y varios trabajos muy recientes indican que podría producirse en un gran número de cuásares.
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