El científico dejó los tubos de ensayo sobre una estantería del laboratorio y agarró el periódico.
En los anuncios breves se anunciaban dos ridículas brujas que hacían «hechizos» y preparaban «brebajes».
Decidió llamar a aquellas timadoras que osaban desafiar a la Ciencia.
«¿Las brujas, por favor?
¿Pueden ustedes dejar de reírse de los incautos ignorantes?
¿Magia? ¡La magia no existe!».
Al levantarse se quedó sin aire
y vio dos pulmones sobre el suelo.
Aunque era incapaz de pensar con claridad,
pudo observar una probeta con un cerebro.
En la etiqueta ponía su nombre.
Visiblemente alterado se vio a sí mismo sin ojos desde la base
de un microscopio.
Aún sostenía el periódico con los tendones y los músculos al aire,
como si le hubiesen hecho la autopsia.
En la sección de Ciencia del diario,
sobre el sitio destinado a las esquelas de personalidades fallecidas, estaba su foto.

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