sábado, 21 de septiembre de 2013

Contornos...


A veces el planeta está lejano y apenas se reconocen sus contornos.
Algo se perfila sin que los ojos sepan distinguir qué.

¿Cómo llamarlo? ¿Obscuridad, neblina, difusión?
 ¿O acaso pausado despertar?
Esa expansión, que la mirada aprecia leve, roza apenas los límites de la luz.
Donde no se sabe con certeza qué se dilata más,
 si el vacío indefinido o la apariencia de la ocupación.

Qué fuerzas se trasladan de un espacio al otro.
 De qué energía se dotan. Dónde pactan compartir territorios o deciden privarse de ellos.

Buscan equilibrios donde sólo existen disonancias. 
Son espacios que no conocen la existencia del tiempo.
 En ellos todo crecimiento disminuye. 
Toda degradación se fortalece.

La materia se reparte entre el éter y el volumen de la densidad.

 ¿Importa acaso su irregular forma si expresa el movimiento perenne?

Las formas son caprichos. El azar impone su reflejo efímero.
 Las direcciones se contraen en relación inversa a su distensión.

En esa fluctuación tensa, la luz y la obscuridad se reafirman.
 Los ojos que miren pueden dejar de ver.
 Ambas intensidades los cegarán.

 ¿Qué será de los contornos?

Donde la ignición devora todo perfil deja de existir la mirada.
 Queda abolida la percepción. 
Demasiada intensidad para que cualquier boceto de vida dibuje nuevos contornos.

(Cierra los ojos tras mirar al sol 
y tus párpados te obsequiarán una visión imaginaria)