Tal como sostiene el físico y matemático Freeman Dyson, no hay nada tan grande ni tan descabellado que alguna de entre un millón de sociedades tecnológicas no se sienta impulsada a hacer, con tal de que sea físicamente posible.
Y es que cada vez más la ciencia ficción va dejando de ser ficción para convertirse en avances tan reales como cotidianos.
El salto extraordinario que se ha producido desde el siglo pasado – especialmente en relación al surgimiento de la relatividad general y de teorías como la de cuerdas – hace posible especular sobre si esas fantásticas tecnologías se materializarán en el futuro.
Ya se conocen las leyes básicas de la física.
De modo que los científicos pueden predecir, siempre en líneas generales, qué tecnologías se aproximarán más a lo posible o a lo imposible.
En este sentido otro físico llamado Michio Kaku propone tres clases de imposibilidades.
La primera clase está formada por tecnologías que actualmente son imposibles pero que no violan las leyes de la física conocida.
Serían posibles en un futuro cercano.
Estamos hablando del teletransporte, el motor de antimateria o la invisibilidad.
La segunda clase incluye tecnologías en el límite de nuestros conocimientos sobre física. Serían posibles en un futuro lejano.
Tal es el caso de la máquina del tiempo, el viaje en el hiperespacio o el viaje a través de agujeros de gusano.
La última clase se refiere a tecnologías que violan las leyes de la física que conocemos.
Es sorprendente que no existan muchas de estas tecnologías imposibles.
Si fuesen posibles, supondrían un cambio radical en nuestros conocimientos de física.
Como la máquina de movimiento perpetuo. De todas maneras, que sean imposibles para nosotros no significa que también lo sean para una civilización extraterrestre muy avanzada, todo depende del nivel con que se mida.