
La Ascensión al Empíreo, El Bosco
Según la primera ley de la Termodinámica, la energía ni se crea ni se destruye, sólo se transforma.
En mi opinión esto se podría aplicar al ser humano porque,
en definitiva, qué somos si no la unión de materia y energía.
Es obvio que cuando uno fallece, el cuerpo – que es material – deja de ser animado por la vida.
La gran pregunta es qué sucede con la parte que corresponde
a la energía.
Podemos llamarla también conciencia o alma.
Dependerá de nuestras creencias.
Si es cierto – partiendo del anterior principio – que se conserva con distinta forma, tal vez la muerte sea solamente un umbral a otro estado de existencia.
De hecho teorías físicas como la de Supercuerdas sostienen que hay muchas más dimensiones de las que conocemos.
Quién sabe si a alguna de ellas van a parar las energías
de los que abandonan este mundo.
Por otro lado, no somos pocos los científicos que defendemos que las leyes naturales pueden ser diferentes en otros planos dimensionales y universos, de modo que lo que es imposible
aquí se convertiría en posible allí.
Es cierto que de momento no pasan de ser simples hipótesis
y suposiciones.
De todas maneras, si hay algo que hemos descubierto en los últimos tiempos, es que el universo es mucho más grande
y complejo de lo que pensábamos.
Verdaderamente la muerte es uno de los enigmas que más
ha preocupado al ser humano.
Siempre se había echado mano de la religión para explicarla.
Y por fin la ciencia ha aceptado también ese desafío.
Soy de aquellos algunos científicos que pensamos–
que hay motivos para la esperanza
y ver con ojos más alegres ese paso al otro lado.